Cruz Diablx!

Luzbelitx sabe que su destino es de soledad
ve también que los demás se dan cuenta de la risa que le da…

 
 
Mi primera historia es, inevitablemente, la historia de mi nombre.

A lo largo de mi vida tuve distintos nombres.

Algunxs dirán que no eran nombres sino que algunos eran apodos y otros, seudónimos, pero parte de descubrir mi identidad fue entender que unas palabritas en una libreta no son más nombre que el que sale del corazón de unx amigx, o del propio.

Cada uno de esos nombres fue una etapa, una identidad, una historia, un aprendizaje.

Así que esta es más o menos la historia de mi nombre de hoy:

 

LuzbelitoYo ya estaba grandecita cuando escuché por primera vez (con atención, al menos) a Los Redondos, que además hace rato se habían separado. Pero eso no evitó que su personaje Luzbelito me fascinara por varios motivos.

Por un lado, provengo como tantxs argentinxs de una familia fuertemente católica. Renegué de tal herencia desde el día fatal en que entendí maomenos concientemente de qué se trataba en realidad.

Sin embargo, los años de crianza y la ubicuidad de la mística y el simbolismo católicos dejaron su huella. Desde que me dediqué alegremente a la herejía, me sentí mucho más cercana a los infiernos y demonios con los que tanto me quisieron asustar.

 

De Luzbelito me gustó, en primer lugar, la apropiación de lo terrible y lo tenebroso. Lo segundo que me gustó, fue que el personaje no se acercaba tanto a lo espantosamente sobrenatural como a lo espantosamente humano.

Y lo que me terminó de convencer fue una frase corta, pero contundente, y enormemente liberadora para quien tuvo que fumarse una crianza llena de culpa y reglas impuestas:

«No vino hasta este mundo a caerte en gracia a vos…»

A la fuerza tuve que construirme una identidad que no fuera constantemente disuelta, abollada ni invadida por los intereses de otros, y esa frase solita parecía resumir todos mis sentimientos.

También aplica, creo yo, a todxs lxs maniáticxs que pretenden reglamentar las vidas de otrxs, recortándoles su derecho a ser algo o alguien que a lxs demás no les guste. Está comprobado científicamente que no hace falta ser católicx para eso.

 

Claro que muchas personas no se toman a bien que unx no se deje avasallar. Está claro que hay momentos y lugares para cada expresión, y no le voy a andar soltando una variante de esta frase a cualquiera que me haga un comentario.

Pero está implícita en mi accionar y en el dirigirme a lxs demás. Porque claro, considero que si voy a andar con esta filosofía a cuestas, corresponde que considere que cualquier persona que me cruce no tiene por qué molestarse en agradarme a mí. Es bastante básico.

(No digo que siempre lo haga, o que siempre me salga bien. Vivimos en un mundo que nos dice constantemente que lo que necesitamos, tenemos que ir y sacárselo a otrx que lo tenga, incluyendo «la razón».

Pero para eso está la filosofía, para que podamos tener un poco más claro lo que no siempre se puede llevar a la práctica.)

XPara el momento en que yo ya estaba lista para llamarme Luzbelita, la vida me estrelló contra Morganita, un ser absolutamente excepcional que me hizo dudar de todo lo que había aprendido sobre ser mujer y ser humana.

Fue la persona que me ayudó a treparme a esta X enorme sobre la que ahora estoy parada, con esta risa de mil dientes cargados de azufre.

 
 

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